IA generated :)

 

frustración ciudadana

No podemos seguir esperando que las autoridades municipales —las mismas que la mayoría de capitalinos elegimos elección tras elección— reaccionen y actúen ante una crisis urbana que viene creciendo a los ojos de todos. La hemos normalizado. Hemos aprendido a vivir así. Pero no es normal, y definitivamente no es sostenible.

Y nos afecta a todos: A quienes entran y salen de la ciudad cada día para trabajar. A quienes bajan del apartamento directo al sótano o abren el portón de su casa. A quienes respiramos el aire contaminado —porque no importa qué tan exclusivo sea tu condominio o qué tan alto vivas: respiramos el mismo aire.

Ya lo he dicho antes: vivir cerca del trabajo no es un lujo, es una necesidad. Hace unos años, recorrer grandes distancias era difícil. Hoy, incluso trasladarse dentro de una misma zona se ha vuelto inviable. Circular en zona 10 a hora pico puede tomar más de una hora.

Me considero —¿afortunado?— de vivir y trabajar en zona 10. Aquí, camino al banco, al súper, al gimnasio, a la barbería. Tengo lo que necesito a distancia peatonal. Pero eso no significa que sea fácil o seguro. La ciudad ha sido diseñada contra el peatón: aceras angostas, ocupadas por mupis, postes, rótulos y obstáculos de todo tipo, me obligan a caminar sobre el asfalto, entre motocicletas y autos estacionados.

¿Alguna vez nos detenemos a pensar qué tipo de autoridades tenemos, que menosprecian tanto el acto de caminar? ¿Realmente estamos dando nuestro voto a quienes menosprecian a las personas?

Y entiendo por qué sigue pasando: quienes votan por los mismos alcaldes son, en su mayoría, quienes solo se mueven en carro. No caminan. No ceden el paso al peatón. Se trasladan de sótano a sótano, en una burbuja de vidrio polarizado, convencidos de que el caos urbano no los toca. Pero el aire contaminado también entra por sus ventanas.

Y lo más contradictorio: muchas de esas mismas personas valoran cuando viajan a Europa poder caminar libremente por ciudades diseñadas para las personas. Lo celebran allá, pero aquí piden más pasos a desnivel, más carriles, más espacio para sus carros. En lugar de sacar los vehículos de la ciudad, seguimos viendo cómo meter más.

La ciudad es solo un síntoma de algo más profundo: esa idea de que mientras yo esté cómodo, lo demás no importa.

Pero no es sostenible. Y no puede ser que solo cuando el problema nos afecta directamente comencemos a verlo.

¿De verdad queremos vivir así? Esto no va a mejorar…

— No mientras sigamos respaldando la mediocridad municipal.

— No mientras no nos esforcemos, cada uno, por mejorar su entorno.

— No mientras no desarrollemos empatía por quienes caminan a nuestro lado.

— No mientras sigamos creyendo que desde la comodidad de nuestro carro, somos ajenos al problema.

AM